Hablar de Job es hablar de sufrimiento, un tabú, una preocupación a la que tarde o temprano nos enfrentamos como humanos. Leer Job es leer los prejuicios que por siglos han atormentado a los que sufren ¿qué hice para merecer esto? ¿Quién es el culpable? ¿Cómo puedo evitar que me pase a mí? ¿Quién pecó, éste o sus padres? ¿Cosecharé en sufrimiento el mal que he causado? ¿Por qué hay sufrimiento en el mundo? ¿Por qué Dios que se supone es bueno, permite que en un mundo supuestamente gobernado por él sucedan cosas terribles? ¿Y si Dios es soberano porque hace esas cosas? ¿Cómo equilibrar las ideas de soberanía de Dios con su amor y su bondad, para evitar perder la cordura? ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué?
Sin ir tan lejos, mientras escribo estas páginas hay millones de personas encerradas en sus casas por una pandemia y muchos enfermos… ¿Está Dios empecinado en destruir a los que se han enfermado? ¿Qué pecado asqueroso y repugnante cometieron ellos y sus antepasados para generar este desastre? Ni qué decir de la gente que ha perdido todo en la crisis económica: “Ah, eso estaba predestinado, hace parte del plan de Dios” ó “Arrepiéntanse de sus asquerosos y cochinos pecados que les han traído esta desgracia” ó “No diga nada, guarde silencio ante el Señor porque todas las cosas ayudan a bien” y la más olímpica: “Dios está tratando contigo, así que aguanta y no esperes que yo te ayude”. Son tantas cosas a la vez, salpicadas de verdad y de mentira al mismo tiempo, pero sobre todo miradas exógenas y asépticas del sufrimiento, como esa cosa que estudiamos pero que no nos toca y que tampoco queremos tocar (mucho menos en la persona del sufriente) y que se relaciona inmediatamente con el pecado.
Hace años me desesperé por explicar el mundo y sobre todo la desgracia “a la manera cristiana” y encontré y creí muchas barbaridades que decían qué hacer para enfrentar y sobre todo prevenir el sufrimiento.
La primera de ellas decía que uno cosechaba lo que sembraba, así que había que sembrar cosas buenas para recibir cosas buenas, y al lado de eso anular, machacar y resistir las maldiciones que uno se había buscado con su mal proceder o que los padres y abuelos le habían dejado en el ADN como un regalo, y que causaban no sólo las debilidades que hacían pecar sino las enfermedades, ruinas económicas y sentimentales. Desde esta perspectiva, cada uno tenía un terrible prontuario de deudas antes de venir al mundo y la lucha para ser libre era prácticamente eterna, buscando por cuál rendija de la vida se le podía colar a uno alguna maldición que le generara en el futuro una desgracia y lo hiciera sufrir.
Al lado de esta explicación hay otra que dice: Job sí hizo cosas que no debía y la primera de ellas fue tener temor (Job 3:25), según eso Job tuvo lo que temía porque el temor atrae la desgracia. Así las cosas, cuando uno dice “me da miedo que…” está abriendo una puerta por la que entra el sufrimiento. Eliana Valzura, teóloga argentina y una de mis bloggers favoritas, lo expresa así: “El peso propio que se le concede a la palabra llega hasta los extremos de creer que si digo "me muero de la jaqueca", en efecto moriré, y por tanto, si de verdad me duele la cabeza más bien deberé decir "no me duele nada", y entonces se me pasará la dolencia como por arte de magia...”1 Y ésta teoría puede “apoyarse” en un solo verso de Job contrariando lo que todo el libro refuta: la relación causa efecto entre el sufrimiento y el pecado. Por eso hablar de lo que duele se vuelve tabú, esas cosas no se nombran porque son pegajosas y contagiosas.
¿Cuál era el temor de Job? Mi papá (fan de Job) me dijo una vez que quizá el temor de Job era quedarse sin Dios, clamarle en una situación de esas y que no le contestara ó encontrarse en ésa situación desde la que dice eso. ¿Por qué Job no dijo: me vino lo que temía, cuando recibió las noticias de sus desgracias? Quizá porque ése no era su temor. Y aunque ésos fueran los temores de Job, nada explica en el contexto por qué le sucedió eso.2 ¿En realidad nuestros temores pueden atraer la desgracia? ¿Entonces cuáles temores? ¿Por qué no nos vienen todos los temores que tenemos? ¿Y porque algunos sí? ¿Es tan sencillo como no temer? ¿Es tan terrible como no temer? ¿Es el temor una cosa humana que nos está vedada y castigada?
Otra postura me llevó a pensar la soberanía de Dios, a leer a Piper y la soberanía magnificada que lo llevó a escribir “No desperdicies tu cáncer”, ésa es una mirada rendida que grita “aunque él me matare en él esperaré” y que siguiendo a Jonathan Edwards busca la gloria de Dios y la glorificación de Dios en todas las cosas incluidas las que duelen. Dice Borges, hablando de su pensamiento: “No hay una cosa de Dios en el sereno ambiente que no le exalte misteriosamente, el oro de la tarde o de la luna. Piensa feliz que el mundo es un eterno instrumento de ira y que el ansiado cielo para unos pocos fue creado y casi para todos el infierno.”3 Esta es una postura que pide mucho de uno y que además duele, pero que también intenta explicar hasta las motivaciones de Dios para el sufrimiento de hombre ¡Las motivaciones de Dios!!! ¡ni más ni menos!. Piper lo dice cruelmente y sin tapujos: “Si no crees y aceptas que tu cáncer fue diseñado por Dios, desperdiciarás tu cáncer”4.
Una vez tuve que hacer una exposición sobre el Sufrimiento y veía las diversas posiciones desde el cristianismo5: la teología católica del dolorismo que glorifica el sufrimiento, la idea pentecostal que pone a Dios como una especie de droga que calma el dolor individual (y ni se pregunta el sufrimiento en general). El modelo escatológico de consuelo, el sufrimiento como prueba o disciplina y el modelo que interpreta a Pablo para decir que el sufrimiento completa el sufrimiento de Cristo.
No voy a solucionar un problema que ha aquejado a la humanidad por tantos años con un estudio bastante superficial del que podría ser el libro más antiguo de la Biblia. Este texto se estructura en bloques independientes que van a una misma idea general: Job, sus amigos y el sufrimiento. Me voy a limitar a exponer las preguntas que me aquejan y a tratar de mirar lo que me sucede a la luz de un libro que no entiendo. Sí, es cínico y pesimista, pero a veces, aunque no he perdido todo lo que he tenido jamás como Job, me he sentido miserable y rodeada de consejos que son más una herida que otra cosa; y Job, en representación de todos los que alguna vez han sufrido con o sin razón, dice tantas cosas que necesito oír aún cuando no sepa bien lo que quiere decirme.
* * *
Los amigos de Job me caen muy mal. Mientras leía las maravillosas y terribles cosas con las que pretenden consolar a un amigo, me venían recuerdos y preguntas. ¿Qué clase de persona va a consolar a otra con un látigo para herirla? Yo, por supuesto. Si no lo hubiera hecho alguna vez no sentiría tanta repulsión, es un enfrentarme al espejo de lo que dije hace tiempo. Y además de la vergüenza que me da saber el daño que uno puede hacer leyendo la realidad con posiciones teológicas y doctrinales inflexibles, pienso también que leer a Job es hablar de la amistad y de diferentes formas de mirar a Dios y de relacionarse con Él.
Describo la escena: Un hombre mayor, que pocos meses antes era el ejemplo a seguir y gozaba de gran reputación, se encuentra tendido de dolor, rascándose unas llagas asquerosas y habiéndolo perdido todo. Sus amigos vienen a verlo y duran una semana callados sin saber qué decirle. Por fin, el hombre habla y se desahoga, desea no haber nacido y dice cosas escandalosas para las que sus amigos no estaban preparados. Ellos, en respuesta (¡ahí si no pudieron quedarse callados!!!) tratan por un lado de “defender a Dios” y por otro de “explicar a Job las causas de su desgracia”, salpicados de prejuicios.
Dentro de las muchas reclamaciones que le hacen está el desfallecer (Job 4:3-6) Elifaz le reclama ¿por qué no aguanta ya que aconsejó a otros? ¿Por qué no puede predicarse a sí mismo eso que decía antes? ¿Cómo es posible que “ahora que el mal ha venido sobre ti te desalientes”? Y ese es un dicho común entre cristianos, pedirle a otro que aguante cosas sin decir “ni mu”, está mal visto preguntar y dudar y todo eso, porque son los “ataques del enemigo”, eso no puede ser normal ni mucho menos inherente a la condición humana, el buen cristiano debe callarse y no preguntar, debe negar su dolor, sus preguntas y sus temores para quedar bien.
Mathew Henry lo presenta como acusación, es como si le dijera: “tu conducta actual muestra lo insincero de tu conducta anterior, pues has cambiado al cambiar las circunstancias”6.
Mi papá siempre me ha dicho que dudar está bien, porque eso es algo que hace la gente de fe, Eliana Valzura es de la misma opinión: “Ya no tenía miedo a dudar. Dudaba porque tenía fe. Si no la tuviera, no dudaría”7. Y cuando leo a Job defenderse pienso en eso: “¿Pensáis censurar palabras, y los discursos de un desesperado que son como el viento?” (Job 6:26) Los prejuicios con los que se acercaban sus amigos les impedían ver el lugar desde el que hablaba Job, resulta que hablaba desde el desasosiego, desde la tristeza, desde la desesperación del que lo ha perdido todo y no encuentra en su certeza (Dios) ninguna respuesta. Y Dios era el único que podía entenderlo, el resto sólo podía juzgarlo. Y otra vez Eliana me aclara: “Los cristianos no somos, ni fuimos llamados a ser, super-héroes. Por la cruz fuimos salvados, y con ella misma en los hombros debemos caminar por donde anduvo el Señor...”8
“También os arrojáis sobre el huérfano,
Y caváis un hoyo para vuestro amigo”
(Job 6:27)
La siguiente idea genial de los amigos de Job es acusarlo. Prefirieron ser fieles a su doctrina que compadecer a su amigo y admitir que no podían explicar lo que veían. En ése tiempo, y antes de la ley y después de ella y en nuestros días, la idea de causa y efecto en la vida es recurrente: se supone que si la vida es justa (y debe serlo porque Dios es el que manda) entonces a los buenos les sucede cosas buenas y a los malos les sucede cosas malas. Y punto.
¿Cómo es posible que yo no reciba lo que he sembrado? ¿Todos los que Dios levanta es porque se han humillado? ¿Los exitosos son los que están bien? ¿Si Dios no me retribuye entonces para qué creo? Y de nuevo regreso a mi aborrecimiento de la fórmula: los amigos de Job querían una fórmula, querían garantías de que el mundo funcionaba como debía, que no excedía su lógica, que podían explicar lo que pasaba en el mundo con lo que les había sido enseñado. Mathew Henry parafrasea lo que ellos le dicen a Job en 5:1 así: “¿Puedes presentar un solo ejemplo de alguien que fuese realmente una persona íntegra y se viese reducida a tal extremo de aflicción como el que a ti te atormenta? ¿Acaso ha maldecido jamás su día un hombre bueno como lo has hecho tú?” 9
Si puedo explicar lo que sucede estoy en un lugar seguro porque puedo prevenir, puedo asegurarme de que eso no me pasará a mí, huyo de la indefensión. Pero si por el contrario algo se sale de mi lógica, de mi manera de entender, estaré en una cuerda floja sin poder predecir el siguiente paso “de Dios” sobre mí. Veo a los amigos de Job retándolo y acusándolo de soberbio, diciendo que no tiene nada que reclamar porque seguro algo hizo que explica su condición actual, pero veo también como uno puede pegarse más a un dogma y a una forma de entender que lo hace sentir seguro, que a la humanidad y el amor al prójimo.
Pienso entonces en la mediación religiosa del pensamiento y de la relación con los demás. Cómo los amigos de Job prefirieron sostener sus postulados teológicos a costa de su amistad con Job. No importaba si tenían que acusar a su amigo desde que tuvieran “la conciencia limpia”. Yo creo que más bien hay un problema sin resolver en la inocencia de Job, porque si Job es inocente eso interpela mi realidad, mi forma de creer y como dice Gustavo Gutiérrez, reivindica “nos ayuda a comprender la inocencia de un pueblo oprimido y creyente en relación a la situación de dolor y de muerte que les es impuesta…”10 Si Job es inocente se cae toda una interpretación del mundo: “Considerar justo a Job –aunque no hubiese otro en la tierra como él- sería un mentis a ésa teoría11 ; la inocencia de Job abriría la posibilidad histórica de otras inocencias, la injusticia de sus sufrimientos la de otras injusticias, su actitud desinteresada la de otros desprendimientos. En esto reside la potencial universalidad de Job; es clara en efecto la intención del poeta de hacer de Job un paradigma12.
No podían los amigos de Job reconocer la inocencia de su amigo sin revisar sus vidas, sin mirarse para dentro, pero no para decir: que bueno he de ser ya que no me pasan esas cosas horribles, sino para reconocer sus miserias. Para preguntarse ¿a cambio de qué estoy “sirviendo” a Dios? ¿lo hago porque tengo miedo de la desgracia? ¿Podrían volver a mirar a los sufrientes con asco pensando que sufrían a causa de sus pecados o tendrían que reconocer que el sufrimiento es un hecho común a todos? Sí admitían que la desgracia podía tocarlos desde cerca, no sólo mostraban la inocencia de Job sino su propia vulnerabilidad. Si se considera inocente a Job no se puede leer la realidad de la misma manera, la compasión debería invadirnos y la comprensión de los males del mundo desde una óptica que no divide a los humanos en buenos y malos, cristianos y paganos, sino que nos une en la miseria que nos es común.
Dejando volar mi imaginación creo que podrían haber viejos celos de los amigos de Job hacia él, porque si uno ve lo que le dicen, es como si veladamente hubieran pensado “nadie es tan santo, algo malo debe tener” y con tantas desgracias que le ocurrían de repente comprobaban que tenía algún “pecado oculto”.
Le dicen: “¿Qué inocente jamás ha perecido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos?”(Job 4:7) Según eso ( Job 5:3) los impíos no prosperan. Bildad recurre a “las generaciones pasadas” (Job 8:8) para que demuestren que a los buenos no les pasan esas cosas, que la justicia de Dios no es compatible con eso. Zofar llega a decir que le dieron muy poco para lo que merecía. Las acusaciones de los amigos de Job son proverbiales, Job no hace sino decir las cosas que hacía como para recordarles quien era antes de la desgracia.
“¿De quién es el espíritu que de ti procede?”
(Job 26:4)
Si miramos a la cara el dolor algo tiene que pasarnos: “La vida, la muerte, el dolor, la existencia, simplemente la existencia, habían estado erosionando mis certezas heredadas. ¿Sobre qué se sostenían?”13 Algún cuestionamiento, alguna certeza tiene que moverse.
Lo podemos ver desde un ángulo más global: “El Satán no niega, no puede hacerlo, que Job sea un hombre bueno y piadoso. Lo que cuestiona es el desinterés, la gratuidad de su religión. No objeta sus obras, sino su motivación: el comportamiento de Job no es “por nada” Para el satán la actitud religiosa no se explica sin la expectativa de la recompensa, y pronto sabremos que ésa es también la posición de los amigos de Job. 14¿Quién hablaba a través de los amigos de Job? ¿De qué espíritu eran?
La gratuidad de la fe, el desinterés de la fe (independientemente de si es posible o no) está sobre el tapete si pensamos a Job. ¿Acaso sirve Job a Dios de balde? ¿Acaso sirvo yo a Dios de balde? ¿De verdad mi servicio es gratuito y no quiero más que su amor en esta tierra, como dicen las canciones que cantamos?
Yo me quedo en la duda, no tengo mucho que decir al respecto.
***
Hablando del dolor C.S. Lewis vivió dos etapas distintas en su vida, registradas en dos libros y una película. Tuve la ocasión de ver la película muchos años atrás, antes de leer a C.S. Lewis y sin saber ni remotamente quien era, me indignó a mí y a toda esa gente cineclubista con la que estaba, la forma en que alguien podía ver las cosas desde lo exógeno y formular teorías sin haber vivido; y cómo luego ante la realidad debe tragarse las palabras que con tanto bombo ha promocionado. Después me enteré quién era ése alguien y me aficioné a Narnia.
Pero volviendo a C.S. Lewis, cuando era relativamente joven escribió El problema del dolor (1940), el libro del que se extrae la frase: “el dolor es el megáfono de Dios” que tanto se recalca en la película. Dice Lewis: “toda persona sabe que algo anda mal cuando ella sufre. Y es que Dios nos habla por medio de la conciencia y nos grita por medio de nuestros dolores: los usa como megáfono para despertar a un mundo sordo”15. Muy interesante posición, pero exógena, mirada desde fuera. Ya mayor, luego de que su esposa muriera de cáncer y ante el dolor, escribió Una pena observada (1961), contando sus experiencias tratando de superar la pérdida. Ese libro ni siquiera iba firmado con su nombre; dice la anécdota que sus amigos viéndolo desesperado le recomendaron leerlo, sin saber que él era el autor16. Ahí su mirada del dolor se había llenado de realidad: “Cuando me interrogo sobre todo esto delante de Dios no obtengo respuesta alguna. Aunque es una “no-respuesta” muy particular. No es una puerta cerrada con llave. Se parece más a una mirada silenciosa, ciertamente no exenta de compasión. Como si Él sacudiese la cabeza, no tanto como para negarse a responder, sino como quien aparta la pregunta misma: como si dijese “Tranquilo, niño; no entiendes"17 Era su viejo enfoque revisado con el paso de los años y con el peso de la realidad: “No estoy sosteniendo el dolor no sea doloroso. El dolor hiere. Eso es lo que la palabra significa. Solamente estoy tratando de mostrar que la antigua doctrina cristiana de hacernos ‘mejores por medio de sufrimientos’ no es increíble. Demostrar que esto es algo agradable, está más allá de mi propósito”18. Sí, se parecen mucho los dos enfoques, al fin y al cabo subsiste la misma persona detrás de esas palabras, sin embargo, la segunda mirada es menos fórmula, más humilde, menos soberbia, más humana.
“¿Acaso puede un mortal hacer preguntas que Dios encuentra incontestables? Fácilmente, creo. Todas las preguntas insensatas son incontestables”.
C.S. Lewis
Philip Yancey, dice: “Después de varios años de hablar con los que sufren y de leer libros sobre el problema del dolor, confieso llanamente que no tengo un sobre herméticamente cerrado con todas las respuestas. No le puedo decir a cada persona que sufre: «¡Igualmente alabe a Dios!» u «Ore pidiendo sanidad y la tendrá». Las perspectivas que he alcanzado son menos generales y tal vez menos satisfactorias”19. Yancey dice que el cristianismo tiene un problema para hablar del dolor porque debe sostener al tiempo la idea de Dios bueno. El islam por ejemplo presenta a Alá como origen del bien y el mal, y uno (pobre humano) no puede hacer más que resignarse. A mi modo de ver, algunas corrientes hipercalvinistas también piensan lo mismo, le cambian algunos matices y dejan de preocuparse por la ética que implica creer eso. Por otro lado, volviendo a lo que dice Yancey, en sus conclusiones afirma: “no existe una cura mágica para una persona que sufre. Básicamente esa persona necesita amor, porque el amor detecta instintivamente lo que se necesita” 20
* * *
Y eso me lleva a otra idea: El libro de Job no sólo es un texto sobre sufrimiento sino sobre Dios, sobre las miradas de Dios que hace la gente. Lo más sorprendente y maravilloso del Libro es el final y no me refiero a que Job recupera sus bienes, sino a lo que Dios dice de Job y de paso lo que le dice a sus amigos (y entre ellos no me refiero a Eliú, al que no mencioné en ningún momento). (Job 42:7) Los amigos de Job no hablaron lo recto, lo justo de Dios, “no dijeron la verdad acerca de mí”. El reclamo que hace Dios es que no hablaron como se debe de Él. Tengamos en cuenta que nunca Dios les dice cuál es la verdad ni cuál es la forma correcta de pensar acerca de Él.
Parece que Dios le admite a Job que diga cosas como: “Al perfecto y al impío él los consume. Si azote mata de repente, se ríe del sufrimiento de los inocentes” (9:22,23) Y cómo les reprocha a sus amigos: “¿Hablaréis iniquidad por Dios? ¿Hablaréis por él engaño? ¿Haréis acepción de personas a su favor? ¿Contenderéis vosotros por Dios? ¿Sería bueno que él os escudriñase? ¿Os burlaréis de él como quien se burla de algún hombre? El os reprochará de seguro, Si solapadamente hacéis acepción de personas” (Job 13:7-10).
Voy a destacar un par de cosas que considero claves, desde mi subjetividad, en la forma en que Job se refiere a Dios.
En primer Lugar, Job es honesto, se despoja de sus ganas de impresionar a Dios y a los demás y dice lo que siente y piensa con absoluta sinceridad. Otra hubiera sido la historia si los amigos de Job no escuchan las quejas del capítulo tres, parece que hay cosas que sólo entre el creyente y Dios tienen sentido.
En segundo lugar, la fe de Job es impresionante. Sí, fluctúa porque no sabe qué pensar acerca de Dios y de lo que le está sucediendo, sin embargo espera el encuentro eterno en el que presume que entenderá eso que ahora no soporta o al menos tendrá la ocasión de rechistar. Le pide que lo mate ¡pero se lo pide a Él!!! ¡Le pide que lo deje tragar saliva en paz! Y jura por Él que insistirá en su inocencia. Está peleando con Dios y deseando ir hasta su silla pero a la vez sabe que lo levantará (vivo o muerto) y que cuando su piel se deshaga lo verá. ¿No es esa una esperanza de fe?
***
A manera de cierre cito palabras de aquí y de allá que me dan paz, aunque después de leer a Job no sé cómo funciona eso del sufrimiento en el mundo.
En esas situaciones límite la idea de Dios que cada uno tiene se hace patente. En el caso de Bonhoeffer quien “enfrentó la muerte a diario durante muchos años, y arribó a conclusiones osadas con relación a qué postura podrían adoptar los creyentes ante este suceso último. Argumentaba que uno podía experimentar el milagro de la vida enfrentando la muerte a diario; la vida podía llegar a considerarse como el don de Dios que es. Somos nosotros mismos, y no nuestras circunstancias externas, quienes hacemos que la muerte sea potencialmente positiva. La muerte puede ser algo aceptado voluntariamente”21
Así que de tanto vivir en el límite entre la vida y la muerte, con la espada de Damocles colgando sobre su cuello todos los días por varios años, Bonhoeffer, que entre otras cosas por fin había encontrado una novia justo antes de ser encarcelado, dice: “Se me ha ocurrido que también el dolor y la alegría forman parte de la polifonía de toda la vida y que ambos pueden subsistir independientes”. De hecho, Bonhoeffer “Critica a los cristianos que procuran sacar partido “de la debilidad humana o en las limitaciones de los hombres”. A ello, dice: Yo no quiero hablar de Dios en los límites, sino en el centro, no en las debilidades, sino en la fuerza; esto es, no a la hora de la muerte y de la culpa, sino en la vida y en lo bueno del hombre. En los límites, me parece mejor guardar silencio y dejar sin solución lo insoluble”22
Y yo prefiero callarme, la verdad. Me remito a una frase de Eliana Valzura, quien dice que el evangelismo se hace cuerpo a cuerpo, herida a herida. Como a todos nos es común la duda y el sufrimiento, es mejor hablar desde ahí que salir con una frase de evangelio barato a prometer soluciones y a explicar lo inexplicable. “El teólogo se hace viviendo, incluso muriendo y condenandose, no comprendiendo, leyendo o especulando.”23
Escribí este texto en el 2010, como un trabajo para la clase de escritos sapienciales en el Seminario, lo he vuelto a revisar en la pandemia, especialmente los links de las citas que son muy variados y antiguos, la mayoría funcionan. Agradezco al profesor Héctor Molano por haber propuesto esta pregunta en clase y hacerme pensar en el tema; y a Eliana Valzura por su maravilloso blog que me ayudó a pensar a Job.